Sé que para la mayoría de la gente que conoce a Ignacio Mayayo esta exposición ha sido una sorpresa y un descubrimiento. Tengo que decir que me siento afortunada porque hace ya años Ignacio me enseñó algunos de sus primeros collages, que hizo en sus años de experimentación con el surrealismo, y en aquel momento pude ver que realmente le divertían.
Y eso es lo que él defiende en estos cuadros, la diversión, aunque no por ello estén exentos de cierta crítica a la sociedad actual, a la clase política que nos está tocando sufrir o esa costumbre que tenemos de mitificar a algunos personajes por cualidades que no lo merecen. Estos collages, que poco tienen que ver con el hiperrealismo por el que es conocido el autor, nos trasladan a un mundo en el que poder reírnos de todo sin analizar cada personaje o cada recorte. Una exposición sorprendente, sí, pero no sólo por el giro en la carrera de Mayayo sino por la capacidad del autor de ser ingenuo y crítico al mismo tiempo. Qué os voy a decir a los que tengáis la fortuna de conocerle en persona; Mayayo puro. Mi consejo: dejaros llevar y reíros un rato, yo lo hice muy a gusto y además sin esperarlo.
La inauguración fue como la exposición: refrescante, heterogénea y divertida, regada con vino y tapas «made in» Mayayo, pero con otro nombre. Os dejo imagen de la inauguración con pose vaquera del autor junto con uno de sus colaboradores.