Hace unos meses, en Abril de este año, visité el Museo Balenciaga. Me gustaría compartir mi experiencia allí porque se aleja un poco de lo que es un museo convencional.
El museo se encuentra en una ladera en el pueblo de Guetaria y el acceso en coche se hace un poco difícil ya que no dispone de aparcamiento y la calle en la que se encuentra el museo es cuesta arriba, estrecha y además estaba en obras y la habían convertido en una calle de doble sentido con un único carril, es decir, una locura. No sé si por ser zona turística o porque era día de fiesta, había bastante afluencia de gente y fue un poco caótico.
En esa zona del País Vasco hay mayoría vasco-parlante así que coger las entradas y las guías del museo también fue un poco confuso hasta que se dieron cuenta de que no éramos de la zona. La visita guiada también era en vasco y me da la sensación de que esto restringe mucho el acceso a la información. La gran mayoría de los visitantes no éramos vascoparlantes; castellano o francés habría sido más adecuado.
El museo en sí se recorre muy cómodamente, el circuito está claramente señalizado y los espacios son amplios, nada agobiantes pero tampoco desmesurados. Me gustó especialmente la iluminación, aunque en algunos espacios era tan ténue que asustaba un poco pero supongo que era necesario mantener ese nivel lumínico para asegurar la integridad de lo que se exponía.
La exposición tiene una medida muy cómoda, ni excesiva ni escasa y los modelos escogidos son representativos, llamativos muchos de ellos y chocantemente actuales en algunos casos. Os presento una imagen de EL VESTIDO.
He cogido esta foto prestada de un blog de moda (www.vademoda.com, gracias!), ya que no llevé cámara de fotos y con la iluminación que había con mi móvil no se hubiese visto bien. Este vestido presenta una etapa en la que Balenciaga jugó con la geometría sin perder nunca de vista la figura de la mujer. Es un ejemplo de como se puede trabajar con figuras geométricas simples y aún así, resaltar las complejas curvas femeninas.
Por otro lado, es un vestido que me pondría ahora mismo y lo luciría encantada y segura de que este vestido me favorecey es comodísimo. El color es sublime, un naranja delicioso, sólido y vibrante, que destaca todavía más la limpieza de líneas unida a la complejidad de la doble capa que no alcanzas a diferenciar dónde se acaba.
Por todo esto he decidido llamarlo EL VESTIDO, porque tiene la esencia de lo que yo buscaría en un vestido. Y lo mismo me lo pondría para ir a trabajar con zapato plano y maxibolso que para ir a una boda con sandalias rompedoras de tacón, mini-bolsito candado y maxipamela…
Aprovecho tambíen para contaros que simultáneamente a la exposición permanente, había una exposición temporal de ilustraciones de Carlos Sáenz de Tejada. Os dejo la imagen que utilizaron para la portada del folleto de la exposición.
Sus dibujos de moda me abrumaron, qué habilidad para plasmar los detalles y texturas de las telas… Un autentico artista del dibujo.
Por otro lado, la mujer que representa de la época me sorprendió por parecer dinámica, coqueta e incluso atrevida.
La elegancia hecha dibujo.
Por último, como detalle final sobre el diseño gráfico, tengo que deciros que creo que tanto la guía del museo como la guía de la exposición temporal, ámbas con diseños muy depurados y sobrios, están impresas en papel perfumado. Han pasado ya varios meses y me he sorprendido gratamente al abrirlas y notar un suave aroma a fresas y flores. A eso le llamo yo cuidar los detalles hasta el final.